Hablar de ternura y cuidado para contribuir a conjugar el verbo “humanizar” es el objetivo del libro «Ternura y Humanización: Un Desafío para el Cuidado», escrito por José Carlos Bermejo Higuera y Rosa Ruiz Aragoneses. Bermejo, religioso camilo y director del Centro de Humanización de la Salud San Camilo, y Ruiz Aragoneses, psicóloga y teóloga, responsable de Investigación del mismo centro y directora de la revista Humanizar, combinan sus experiencias para resaltar la importancia de la ternura en el cuidado sociosanitario.
En su obra, ambos autores destacan la ternura como una herramienta clave para la humanización, tanto en el ámbito profesional como en la vida personal. Según ellos, la ternura es una comunicación íntima y profunda que genera encuentros significativos. En esta entrevista, exploraremos sus motivaciones y visiones sobre la humanización del cuidado, y el impacto transformador que esperan lograr con su libro.
¿Cómo definen la ternura y cómo esta se diferencia de otros conceptos como la compasión o el amor en el contexto del cuidado?
R.R.A: Una señal de lo medular que es la ternura es que comparte sentido con muchas otras palabras y, a veces, puede presentarse como sinónimo. Creo que el amor es una realidad muy amplia y abarcante. La ternura es un modo concreto de expresar y vivir el amor porque al expresarse crea amor también y lo modula, es un tipo de afecto específico con algunos rasgos propios. En nombre del amor se pueden hacer muchas barbaridades, también en el cuidado. Como imponer lo que yo creo que el otro necesita. En nombre de la ternura, no. La ternura es mucho más humilde y quizá por eso es también más respetuosa y más libre.
J.B.H: Es una expresión del ser humano genuino, del potencial humanizador que tenemos para sostenernos unos a otros, particularmente en la vulnerabilidad hecha fragilidad. Diría que la ternura es la expresión noble de la compasión hecha forma entrañable y amable en las relaciones de cuidado.
R.R.A: La compasión tiene mucho de ternura, pero, por definición, suele ser respuesta a una realidad de sufrimiento, de injusticia, de desvalimiento… que nos toca por dentro de tal manera, que nos con-mueve y nos compromete. La ternura no solo es respuesta al dolor o la fragilidad; la ternura que nace de la alegría, de la admiración o del deseo es preciosa y construye un vínculo muy humanizador. Quizá por eso en el ámbito del cuidado hablamos más de compasión, pero recuperar la ternura en el cuidado puede abrirnos también a una relación que no solo se establece desde la carencia o la fragilidad sino también desde el potencial y el don del otro.
En su experiencia, ¿cuáles son los principales desafíos para incorporar la ternura en los ámbitos sociosanitarios?
J.B.H: La sabiduría del corazón es esencial en las profesiones sociosanitarias. En realidad, las profesiones de cuidado ya son expresión de la ternura de los pueblos, hecha conocimientos, habilidades y actitudes para las relaciones de ayuda. Sin ella, nos robotizamos o dejamos colonizar por el desarrollo tecnológico.
R.R.A: Quizá el principal desafío es tomarse en serio la ternura. No solo como un tema bonito de fondo, agradable. Creo realmente que crecer en ternura nos mejora como herramientas terapéuticas y sanadoras que somos. Cada profesional. Cada persona. Sin separarlo de la necesaria competencia técnica, pero sin minusvalorarla como un adorno prescindible.
¿Es lo mismo humanizar el cuidado que la atención centrada en la persona?
J.B.H: Estamos caminando hacia un modelo de atención centrado en las relaciones, como un paso más de lo que venimos entendiendo por atención centrada en la persona. Esta se ha ocupado mucho de resaltar el respeto del principio de autonomía en las relaciones de cuidado. La humanización del cuidado tiende hoy a mirar el mundo relacional y considerar sus implicaciones, tanto para el cuidador como para la persona cuidada. Somos relación. Hacemos familia, equipos, amistad, vecindad. No somos individuos aislados.
R.R.A: Que las palabras no nos distraigan de lo importante, pero, a la vez, que ajustar bien cómo nombramos cada realidad nos ayude a perfilar mejor nuestra acción. Todo lo que nos haga más humanos a nosotros y al entorno-mundo, es humanizar la salud y, quizá la atención centrada en la persona es condición necesaria pero no suficiente: no es posible ser persona sana, plena, feliz, sin atender el mundo relacional, los valores, las estructuras en las que tenemos que movernos, los mínimos procedimientos o requisitos a cubrir…
¿Qué desean que aporte este libro a los profesionales del cuidado?
R.R.A: Ojalá nos ayude a los profesionales del cuidado a mirarnos primero a nosotros mismos. Si hablamos de ternura o de cualquier competencia blanda, tiene mucho de falacia creer que podemos desempeñarlo correctamente en nuestro rol profesional sin tocar nuestra realidad personal, nuestro mundo interior, nuestros deseos y temores… Es un reto y un desafío primero para cada uno de nosotros. Y, por supuesto, para el sistema que a menudo parece poner más el foco en valores instrumentalistas: las listas de espera, los sueldos bajos, la sobrecarga o el poco reconocimiento pueden ser “trampas”, excusas que acaban justificando nuestra falta de ternura en la mirada, en el trato, en las valoraciones, en la toma de decisiones.
J.B.H: Una motivación para seguir profundizando, tanto desde nuestro Centro de Humanización de la Salud como desde otras instancias. Quiere ser también una provocación. Lejos de ser un barniz para reclamar la blandura, es una propuesta de conciencia de que somos radicalmente vulnerables y necesitados de las mejores y más entrañables disposiciones de los demás, incluso para sobrevivir.
¿Qué es necesario para que los profesionales adquieran estas actitudes y competencias? Y ¿Qué pasos recomiendan para que los profesionales de la salud puedan integrar más ternura en su práctica diaria?
J.B.H: El mundo académico tiene pendiente la revisión de su formación en las facultades de ciencias biomédicas. La ausencia de estudio de lo relacional, lo psicológico, lo ético, lo filosófico, es un gran agujero negro en estos espacios.
R.R.A: En el Centro de Humanización de la Salud estamos trabajando para lograr cierta operativización de la ternura como herramienta de cuidado y competencia profesional: si es evaluable, es educable, entrenable, aprendible.
Según su investigación, ¿cuáles son los efectos más significativos de la ternura en la salud mental y emocional de las personas?
J.B.H: Produce serenidad, equilibrio, alivia el malestar, conforta, genera confianza, que es la base de la esperanza.
R.R.A: De entrada, los efectos fisiológicos que cualquier caricia (especialmente la corporal) genera en nuestro cerebro: liberación de endorfinas y oxitocina, mejora del sistema inmune… y esto ya mejora nuestra salud psicoemocional y espiritual. Pero, además, recibir y dar ternura (no solo recibirla) nos construye porque genera reconocimiento, sin juicio, sin buscar algo a cambio. Alguien tierno contigo te dice: existes, te reconozco, te valoro. Y alguien con quien puedes ser tierno te dice: permito que formes parte de mi vida, puedes acercarte a mí, acojo quién eres y como eres. En un contexto de cuidado, estas experiencias que no suelen ser conscientes, pueden ser decisivas para que un enfermo o alguien en especial fragilidad, se ponga en pie, por dentro y por fuera.
¿Podrían compartir algún ejemplo concreto de cómo la ternura ha transformado una situación en un entorno sociosanitario?
R.R.A: Poner en valor la ternura como competencia del profesional y hacerlo sin ambigüedad, genera un estilo relacional en el equipo y en quienes reciben la asistencia sociosanitaria. Porque la ternura, como la violencia o el miedo, se contagian. Hay que elegir cuál vamos a potenciar y “premiar”, a cuál vamos a responder y a cuál no.
J.B.H: La arquitectura y diseño del Centro San Camilo es expresión de mucha ternura hecha entorno amable, hospitalario, evocador, generador de relaciones serenas y libres para vivir el morir envuelto en la bondad del cuidado profesional y familiar. Vale la pena conocerlo.